Bogotá D.C., septiembre 2 de 2019 (Columna del s. John Harold Suárez).-La semana pasada fuimos testigos de la decisión tomada por el gobierno ecuatoriano de permitir el ingreso solo a los migrantes venezolanos con visa, situación que dejó a miles de ellos, que buscaban llegar a otros países al sur del del continente, atrapados en el departamento de Nariño, buscando como alternativa cruzar por alguno de los más de 100 pasos ilegales que se han identificado hasta el momento en medio de la selva, expuestos a los llamados 'Coyotes', y el tráfico de personas.
Cifras de la ACNUR, la Agencia para los Refugiados de la ONU, señalan que el número de personas refugiadas y migrantes de Venezuela ahora ha alcanzado los 4,3 millones y sigue creciendo. Colombia alberga alrededor de dos millones de migrantes.
Si bien los gobernantes de las poblaciones del suroccidente colombiano han venido atendiendo a esta población, lo cierto es que no cuentan con los recursos suficientes, que de por sí son insuficientes para atender a su propia población. Son más de mil personas las que están ahora atascadas en Ipiales y su alcalde tuvo de decretar la calamidad pública en la ciudad, debido a la restricción en la frontera con Ecuador.
Reconozco que, aunque los Estados están en todo su derecho de reglamentar y establecer las normas en el ámbito migratorio, también es deber de los gobiernos de la región atender la crisis que enfrentan los hermanos venezolanos, que buscan la sobrevivencia en tierras lejanas y que cuentan con derecho al asilo y a la protección internacional, no solamente garantizado por Colombia, sino todos los países del continente.
La salida no está entonces en generar restricciones en las fronteras, la salida debe ser a través de la búsqueda de la cooperación internacional, en la ayuda humanitaria, que proviene de diferentes países y buscan apoyar la situación de los migrantes venezolanos.
El reto de esta situación es deber de todos los países, Colombia ya ha puesto lo máximo, ha puesto sus instituciones y sus recursos para asumir un reto que ya se desborda y que necesita del apoyo de los demás países hermanos. Hago hoy un llamado a la comunidad internacional, para que no les demos la espalda y sigamos perseverando por brindar acogida y la reunificación familiar de estos migrantes que así lo buscan en pro de sus hijos y de su futuro.