Armémonos de valor: no a la extorsión, denunciemos

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Bogotá D.C., febrero 23 de 2021 (Columna del s. John Harold Suárez).-“El miedo es la angustia por un riesgo o daño real o imaginario”; así define la Real Academia Española de la Lengua, a esa emoción primaria del ser humano y arma de los extorsionistas.

La extorsión, el delito que busca un aprovechamiento económico u otro tipo de beneficio a través del miedo, es un cáncer que ha hecho metástasis en nuestro país atacando a todos por igual, pues las victimas van desde el gran empresario o político, hasta la más humilde vendedora informal.

De acuerdo a los reportes de la Policía Nacional, Grupo de Información de la Criminalidad, durante enero de este año se atendieron 533 denuncias por este delito, 67 casos menos con relación al año 2020. Si bien se presenta una disminución, estamos ante más de 17 casos diarios sin contar aquellos no denunciados, cuyas víctimas silenciosas permanecen en el anonimato presas del temor y la impotencia.

La delincuencia común, los Grupos Armados Organizados (GAO), las mal llamadas disidencias de las FARC, el ELN, con sujetos que cambian de brazalete de un día a otro, en asocio con redes del narcotráfico nacionales y transnacionales, son los verdugos de este accionar criminal ante el cual los ciudadanos de bien, sin distingo social o político, debemos unirnos para combatir este flagelo apoyando y denunciando ante el GAULA del Ejército, y la Policía Nacional uniéndonos a la campaña #YONOPAGOYODENUNCIO. Sé que para muchos no es fácil tomar esta decisión; cada uno es dueño de sus temores y miedos, pero es una realidad que al pagar una vez una extorsión nos convertimos en victimas recurrentes.

Es necesario tomar medidas preventivas, especialmente en el uso de nuestras redes sociales sobre lo publicado por nosotros y por nuestro entorno familiar, puesto que los extorsionistas utilizan esta información para perfilar a la posible víctima. Las fotos de viajes, compras etc., aumentan la probabilidad de convertirnos en potenciales objetivos.

De los 533 casos de enero, en 199 los delincuentes utilizaron llamadas telefónicas y en 190 lo hicieron en redes sociales, es decir que en conjunto un 72.94% utilizaron estos medios para sus fechorías.

La llamada de un encuestador, de una supuesta empresa de servicios públicos, anuncios de premios, entre otras, puede ser el comienzo de las acciones de los ilegales para aumentar el miedo de la víctima. Estas llamadas en su gran mayoría provienen desde las cárceles donde el delincuente de una forma aleatoria con una información básica busca intimidar y obtener más información para dar mayor credibilidad a su historia.

Las antes llamadas, también son comunes llamadas informando de un familiar detenido o accidentado o haber contraído una deuda, exigiendo dinero para auxiliarlo. Caso distinto es una llamada en tono amenazante exigiendo altas sumas de dinero, en la cual, el bandido da información que solo usted conoce, ante lo cual deben tomarse todas las medidas de seguridad.

Duele la extorsión que reciben propietarios de pequeños negocios, vendedores ambulantes y transportadores donde diariamente deben pagar una cuota para poder realizar su trabajo. No es justo que en plena reactivación económic, este cobarde delito tome fuerza contra personas honestas, empresarios pequeños y grandes, quienes han sobrevivido a esta pandemia conservando y recuperando puestos de trabajo para muchos colombianos.

Las prácticas extorsivas también llegan a la vida política donde algunos utilizan distintas formas de chantaje bajo la amenaza de desprestigiar el trabajo de hombres y mujeres en la labor pública con toda suerte de calumnias. Estas son armas de quienes carecen de argumentos y de capacidades.

Armémonos de valor, venzamos el miedo y denunciemos cualquier comunicación intimidante a las autoridades, dónde tendremos acompañamiento, orientación y protección en caso de requerirse.

Mi llamado al ministro de Defensa Nacional, doctor Diego Molano, a fortalecer la inteligencia de nuestras Fuerzas Armadas en la lucha contra la extorsión.

Una reflexión final: cuando le decimos a nuestro hijo “Si no haces la tarea no te dejo salir con tus amigos o te quito el celular”, o la conversación entre dos niños: “Si no me das un dulce le digo a la profesora que usted no trajo la tarea”, ¿estamos incubando conductas extorsivas? Como padres de familia y educadores, ¿tenemos algún grado de responsabilidad en el abuso de condicionamientos en la formación de nuestros hijos para que en la vida adulta utilicen este método de una forma distorsionada para conseguir sus fines?.

 

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